Muchas veces he leído o escuchado historias de amigos donde
los padres juegan un rol más bien serio o con un método exigente de crianza, casi
omnipotente, donde el “soy tu padre o madre, no tú amigo” se
hace presente en toda su gloria y majestad.
Bien, mi caso es distinto.
Mis padres son mis buenos amigos, por supuesto como en todas, o casi
todas las relaciones padre-hijo, había reglas, mas el diálogo, la
buena disposición y confianza estuvieron siempre presentes en todo. La amistad que se formó en esta relación está basada en la confianza, esa confianza de ellos hacia mi, demostrándome que siempre estaban
ahí de cualquier manera, ya fuera para dar un consejo o compartir un buen
rato agradable. En el caso de mi padre, un hombre serio, de carácter fuerte y seguro de sí mismo, cedió su rol hasta
convertirse en un gran amigo a lo largo de mi adolescencia, aquel amigo que jamás se cerró a hablar
conmigo de cualquier tema que se expusiera, demostrando muchas veces y
extrañamente (para algunos) sus dotes de humorista, compartiendo y enseñándome
de música (que compartimos totalmente hasta
el día de hoy), anécdotas y
vivencias infinitas, jamás criticando
nada que se le pusiera delante -si de mí se trataba-, dándome la
libertad de decisión. Cuando él sabía que yo estaba mal, se dedicaba a mí por horas, hablándome de los pro y los contras
de todo lo que acontecía y podría acontecer, sin ningún cuestionamiento. Hoy en día, entendí que él me dejo crecer: dejó que me equivocara, pero también estuvo allí para ponerme de pie nuevamente.
El decir no estoy
criando personas perfectas -porque no las hay-, sólo quiero que sean felices,
educando, apoyando y confiando.
Esto lo tuve claro desde siempre y es mi cita favorita, la escuché de mi madre
a los 15 años y es lo más bello que me pudo transmitir. El sentirme apoyada,
escuchada y por sobre todo valorada, por aquella mujer, tolerante por naturaleza aunque también de
carácter fuerte -aperrada-, la mujer que defiende sus ideales y derechos hasta el final. No es perfecta, pero es la persona más pura de sentimientos,
hermosa, la que aguantaba a mis amigos en casa, la que conocía todos mis
círculos, y al contrario de aislarse siempre tenía algo divertido que decir, o
un buen sermón jajaja (siempre en buena!) a
quien se lo mereciera; ésto y muchas cosas más, añadiendo la confianza que me entregó y la llevó a ser mi amiga, confidente de cosas que creo que muchas hijas no se atreverían a
hablar con su madre.
Suele decirse que cuando los padres son amigos de sus hijos
todo se convierte en caos o que al final todo se sale de las manos… Muchos criticaron esta etapa y ciertas actitudes incomprensivas de una u otra. Pero al final, aquí estoy! con poder de decisión, seguridad, carácter
fuerte y claro como el de mi padre; con la tolerancia, coraje, fuerza interior y simpatía
de mi madre, bien enfocada y con mis ideas bien claras. Juntos me enseñaron a no
depender emocionalmente de nadie, a valorarme, quererme, tener siempre
autocontrol, autocuidado y que uno jamás deja de ser padre o madre, y también amigo.
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