Me paro al baño y me cruzo contigo. Qué dicha!, me pongo de todos colores. Me pondría galante y te preguntaría qué tienes que hacer esta noche. Creo que algunos ya me han descubierto, se me cae la baba cuando desde lejos te veo pasar tan decidida, tan fiera, tan segura. Cuando escucho tu nombre mis pupilas se dilatan y mi boca se estira mostrando los dientes sin motivo aparente.
De manos en la nuca, reclino la silla sosteniendo la Bic con la quijada pensando cómo sería ir caminando por el Forestal tomados de la mano. ¿Se notará que me sudan cuando estoy nervioso? Y si compartimos uno de esos que dan risa, ¿Hablarás de lo humano y lo divino como vomitando ideas, o mirarás hacia la nada?. Por días enteros podría verte hablar sin titubear, me gustaría descubrir tu mundo interior y luego...oh, gracias Jefe por llegar y perderme este hermoso castillo de nubes.
El sol bajando por la ventana me llena de alegría iluminando los papeles sobre el escritorio, les da vida a los proyectos inconclusos y a las letras muertas. He terminado las labores del día, podríamos decir que estoy en libertad de acción. Busco, pues, algo de entretención en la internet para rellenar el tiempo vacío. Tu imagen viene a mí y es gracioso que estás tan cerca que podría perfectamente llegar con sólo dos pasos hasta tu escritorio y darte dos mil besos y doce te amo. Escucho tu caminar, el tac tac de tus altos tacones me alertan que te acercas pero ya acabas de pasar por el pasillo que da a la mampara que me cobija sin siquiera mirar por encima del cubículo para ver si allí me encuentro. Tu paso raudo duró apenas un suspiro, lo suficiente para inundarme de más momentos imaginarios, por ejemplo desearte buena jornada con un cálido beso en la frente, llevarte un café y galletas para que la sonajera de tripas no te distraigan en tus deberes. Esperarte a la hora de almuerzo y contarte cuántas veces pienso en tí por cada segundo que pasa.
Lástima, pues, que esta historia ha de seguir igual. Seguirás pasando a toda velocidad por mi lado y yo sólo podré responder con un "Nos vemos mañana" a ese escueto y lejano "Chau" mientras subes al auto de aquel que tiene el privilegio de acariciar tu rostro y besar tus labios luego de un largo día de trabajo. Y te veo partir con mis ganas de tenerte agarradas con firmeza de la patente de la nave enemiga, sin más consuelo que el sobre estímulo de tu perfume en mi sistema endocrino.
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