La vida es un segundo!!.


Con nada más que las ganas, compré pasajes de ida y vuelta al litoral, a fin de tener una profunda conversación conmigo misma y encontrar las respuestas que el mundo exterior no me entregaba. Tomé el bus muy temprano por la mañana con dirección a mi lugar favorito, y al poner el primer cachete sobre el asiento ventana, la desconexión tomó lugar. La niebla cubría los paisajes pero no fue problema, los días de otoño suelen ser así de impredescibles.

Al bajar del bus el aroma marino inunda mis sentidos por completo posicionándome en otra dimensión, en el portal tiempo-espacio donde todo se detiene y sólo puedes ser capaz de sentir el presente. Los minutos se alargaron como muy pocas veces antes, y estando en mi grata compañía y de los cachorros que, supervisados por su madre, juegan con las algas secas sobre la arena, entré en estado de introspección.

Y dentro de todo lo que salió a la luz, llegué a una conclusión no muy grata.

Desde que era adolescente soñaba con hacer cosas, quizás las más simples del mundo pero que consideraban el factor dinero para poder realizarlas. Así, comencé a vivir con la idea de "cuando comience a trabajar haré ésto y aquello", generando dentro de cada etapa una pizca de ansiedad por crecer y culminar las etapas de estudio. Antes de salir de la carrera técnica, ya empecé a trabajar y lo que ganaba se destinaba en su totalidad al pago del instituto. Por lo tanto, la ansiedad tomó otra base: "Cuando encuentre una pega mejor remunerada, haré ésto y aquello". Luego, pasé largo tiempo ganando muy poco y sintiendo que desvalorizaban mis capacidades y mis esfuerzos por hacer las cosas bien, así es que decidí seguir estudiando hasta sacar la carrera profesional. La situación no cambió mucho, pasó bastante tiempo antes de que comenzara a ganar un sueldo promedio como profesional y aquí el tema fue diferente. Tenía los recursos, pero ya no tenía el tiempo. Así, la base de la ansiedad fue "Cuando tenga tiempo haré esto y aquello".

Recuerdo haber comprado una cámara fotográfica imaginando todo lo que podría hacer, y el dinero de esa compra salió de la venta de mis domingos. Es decir, yo trabajaba de lunes a lunes para obtener recursos que jamás pude aprovechar como quisiera. Sí, adquirí cosas que me hicieron sentir por un momento bien, pero después de todo, ¿cómo podría aprovecharlo, si no había tiempo para disfrutar?. Comencé a generar ánimos depresivos y pronto llegué a un punto en que nada me podía motivar, sólo deseaba trabajar menos aunque eso fuese directamente proporcional a la remuneración, pero que me quedara tiempo para mí y mis libertades. Y la historia culminó en que, quedando sin trabajo las circunstancias me llevaron por obligación a lo que yo deseaba hacer y que no me atrevía por miedo a perder la estabilidad, y así sin más ni más, volví al punto cero.

Toda la vida estamos esperando que pase algo que nos hará sentir felices, o más trágico aún, nos hará ser felices. La vida no es más que un juego en el cual uno encarna un personaje que va cumpliendo distintos roles a través del tiempo cuyo principal objetivo es aprender las lecciones para subir al próximo nivel. Nosotros, en cambio, nos vamos transformando en máquinas de apariencias y pocas veces hacer lo que nos gusta por cumplir con el deber. Es increíble que con un poco de tiempo las personas somos capaces de reflexionar un poco más allá.

En las religiones orientales existe la idea de reencarnación, y quizás algunos estemos confiados en que al momento de morir el juego comienza de nuevo. PERO, el juego nunca es el mismo. Por eso, la importancia de estar presentes en el presente, vivir cada momento con todos los sentidos puestos en él y vibrar creando futuro armónicamente según nuestras acciones, y no de acuerdo a los miedos insertados por nuestra sociedad. Hacer lo que nos gusta, entonces, resulta primordial al momento de vivir plenamente; de lo contrario, tarde o temprano nos inunda un sentimiento de vacío y sin sentidos, que no siempre somos capaces de ver a simple vista.

"Llega a ser quien eres" (Píndaro).

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