A los 19 años tuve el privilegio de ser madre, sí, maravilloso momento de la vida y como muchas chicas, fui madre soltera de una hermosa niña de ojos castaños que amé desde el primer momento con mi vida. Mis rutinas eran la de una chica normal, bueno no tan normal y ya casi a los veinte años, sentía las limitaciones de la maternidad (aunque siempre me sentí orgullosa de ser madre), como poder salir o trabajar a tiempo completo, por lo que opté por trabajos de fin de semana, así tenía tiempo suficiente para mi ángel y algo de tiempo para ese jueguito de rol.
Sí, ese jueguito tonto con magos y elfos, que graciosamente conocí gracias a mis hermanos. Me dedicaba todas las tardes (tarde noche) al famoso jueguito, fue ahí que empezó todo lo que cambió mi vida por completo (otra vez) ¿quién se lo iba a imaginar? Pues bien.
Todo empezó con este “mago” que por circunstancias de la vida jugaba en el mismo sector que yo y que por intereses netamente de subir niveles en el dichoso juego, nuestros personajes cibernéticos se casaron, ¿qué cosas no? Empezamos a hablar todas las noches por chat. Las conversaciones eran muy entretenidas y cada vez más largas, podíamos pasar la noche conversando a veces de cosas sin sentido lo que provocaba risas a carcajadas y coqueteos al por mayor! Así pasaron unos cuantos meses hasta que por fin a principios de marzo de 2008 decidimos conocernos… ¡Oh! ¿Pero cómo? Responsabilidad ante todo. No me iba a juntar con un desconocido así como así, por mucho tiempo que hubiéramos pasado hablando era solo un chat… Fue bajo esa circunstancia que le pedí a mi hermano un año menor que me acompañara en mi aventurilla de conocer a este “mago” en persona, petición a la que mi hermano accedió de muy buena manera.
Al llegar al lugar de encuentro no sabía con quién me iba a encontrar ¡no había visto su cara jamás! Él se describía de manera no muy atractiva así que yo esperaba encontrarme con el típico ñoño gordito con lentes jajajaja, no era malo pensar eso, más que mal era un chico agradable… Llegando al lugar de encuentro, fijo la mirada en un chico; parecía el típico universitario delgado, muy guapo de pelo largo de color castaño claro, vestido muy normal también un poco informal, él venía en dirección a mí. Para mi gran sorpresa me dice muy sonriente un ¡Hola! Con unos ojos verdes hermosos, por supuesto yo apenas pude articular un “hola” muy tímido (creo que hasta con vergüenza), mientras yo figuraba ahí parada,mi hermano quien se encontraba atrás de mi, extiende su mano y dice “hola” riéndose a carcajadas (probablemente por mi reacción)…
Después de ese (para mi) incómodo momento, decidimos ir por algunas cervezas y empezamos una muy buena conversación casi como amigos (pero por supuesto que esto no tuvo mucho de amistad).
Al poco tiempo y después de dos maravillosas citas, me las arreglé para que pudiéramos salir de fiesta; fue solo al final de la noche que nos dimos un beso. Un beso de esos de películas. De esos besos que no puedes describir con palabras, tanto así que no queríamos separar nuestros labios. Esa noche costó una enormidad la despedida, creo que yo no sabía de nada, tenía miedo, ¡nunca antes había sentido algo igual!, no sabía lo que era, lo que me pasaba… Lo único que sabía era que se sentía bien y me hacía feliz.
Con todos esos sentimientos a flor de piel empezó nuestra relación y así fue como no nos separamos más. Él realmente se transformó en mi héroe literario, me demostró que siempre nosotras (mi ángel y yo) estábamos sobre todas sus cosas y proyectos. Muchas veces lo vi cumpliendo si rol de padre con mi pequeña ángel de ojitos castaños, logrando robarse el corazón de ambas. Con todas las adversidades que superamos en el camino decidimos formar una familia, logramos independizarnos y tuvimos otra hermosa angelita, nuestra pequeña vino a consolidar todo el amor que nos prometimos desde siempre.
Comentarios
Publicar un comentario