Nos encontraríamos en la esquina de mi bar favorito, un local pequeño y oscuro ubicado en un rincón aislado de la bulliciosa ciudad y su vida bohemia. En mi bolsillo derecho estaban guardados los diez mil pesos doblados a su mínima expresión cual origami gracias a mis nervios. Había llegado hace tres minutos al punto de encuentro pero ya me estaba sintiendo como una tonta sentada ahí esperando nada, con una velita en el centro de la mesa como única compañía. Inmersa dentro de mi celular con toda la atención puesta en un cagüin de actores hollywoodenses, una mano que golpea suave encima de la mesa me saca del aparato. Por fin ha llegado!
Su outfit me dice que se ha preparado para esta primera cita. Se ve un poco nervioso, sobreactuando, adoptando una actitud galana y de excesiva seguridad. Me da una carcajada mental pero a la vez lo encuentro enternecedor, está tratando de impresionarme.
Típico es que en estos encuentros hay varias copas de alcohol- quizás una chorrillana o un barquito sushi para quienes son más sofisticados- así que en base a esas reglas íbamos bien. Las cervecitas nos iban poniendo a tono conversador, y llevábamos gran parte de la velada sólo en eso. A pesar de que era una junta para conocerse, comer y comerse, él fluyó mostrando su humor irónico, y yo entretenida no puse resistencia. Llegó la hora de partir y de intimar, ni hablar.
Pasaron así los dias y no hubo nada nuevo bajo el sol. Un par de meses después nos juntamos para retomar el plan inicial, pero la verdad es que caí en la trampa del placer fácil, las expectativas fueron más grandes y la insatisfacción me dejó al borde del hastío permanente. Y como desde el principio el acuerdo era que no habría nada serio, el tema quedó sepultado. Hasta ahora.
Sumergida de lleno en la rutina de mi trabajo y mis actividades personales, me sobresalto con un mensaje suyo. "Que harás hoy?". Chucha, le contesto o no? Debería hacerme la interesante? Estaba en una comida familiar, un mensaje de este señor no era el fin del mundo. Pero Dios sabe que no soy así y que mi cuerpo pide salsa, así que contesté su mensaje porque no tenia nada más que hacer y tal vez seria bueno aventurarme a la vida.
Me pasó a buscar al anochecer y fuimos a su departamento. Nos pusimos al día conversando sobre los últimos acontecimientos de este loco mundo, y luego retomando lo que sea que fuera lo "nuestro", me toma por sorpresa apretándome de la cintura y abrazándome por la espalda. Me dije aquí cagué por fin. Comenzamos a besarnos apasionadamente y entre cálidas caricias pasamos del comedor a la habitación. Esta vez me vi dentro de una espiral de placer en la cual llegar al final se convirtió en una verdadera obra de arte. No se si fueron responsables las bajas expectativas que tenia o la energía presente del último eclipse lunar. La cosa es que después de mucho tiempo sentí que yo también ganaba en este tipo de encuentros. Besos y abrazos que quitan pedazos me retuvieron a su lado hasta el medio día siguiente. Muy afectuoso, me dejó en mi casa y desde ese día no volvimos a comunicarnos.
No sé si alegrarme o ponerme pensativa, y es que ¿puede ser posible que luego de una jornada tan pasional, dos personas simplemente vuelvan a ser desconocidos? Pues parece que es más común de lo que creo. En fin, quizás es la influencia de mercurio retrógrado.
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